domingo, 1 de junio de 2014

Cuando todo tiempo pasado fue mejor

Viendo como el fin de nuestros días como universitarios se acerca, muchos nos planteamos cuáles de estas amistades y relaciones forjadas en los últimos años prevalecerán, cuáles se desintegrarán lentamente, a quién desterraremos sin quererlo en el desierto del olvido.
La primera novela de Christopher R. Beha, ¿Qué fue de Sophie Wilder? (Libros del Asteroide), es, entre muchas otras cosas, una exploración al camino que representa la entrada en la vida adulta y laboral. El autor combina en la narración dos puntos de vista: el del supuesto protagonista, Charlie, en primera persona, y uno omnisciente en tercera persona que narra la trama paralela de Sophie y el anciano Crane.

Y digo supuesto protagonista porque a lo largo de la novela uno se va dando cuenta que el pobre Charlie, un joven sin personalidad, desorientado en la vida, no es más que un complemento necesario para perfilar a la indudable heroína, Sophie Wilder.
Pero, ¿quién es Sophie Wilder? En primera instancia, el lector descubre a la Sophie universitaria a través de los nostálgicos ojos de Charlie, quien se encuentra en Nueva York a las puertas de la treintena, sintiéndose un escritor fracasado, comportándose como si tuviera diez años menos y viviendo de forma considerablemente miserable. Y es por ello que recuerda a Sophie, la prometedora chica leída y perspicaz de quien se enamoró perdidamente. Describe los dulces años en que ambos querían ser escritores, y cómo la joven le abrió a Charlie un nuevo mundo en que ficción y realidad no se distinguían, una cosmovisión en la que todo podía ser leído como si de literatura se tratase.
“(…)Pero la expresión también sugería lo contrario: que las historias podía liberarnos de la experiencia, permitiéndonos pasar días seguidos en silencio el uno junto al otro sin tener la sensación de que nos estábamos perdiendo lo que ocurría en el mundo.”

Esta historia del amor de campus es la que Beha teje con más gracia, mediante una prosa teñida de nostalgia y encanto. Sin embargo, la combina con el segundo tiempo narrativo, que describe a la Sophie actual, casada, abandonada por su marido, convertida al cristianismo en una suerte de epifanía reveladora, decidida a entregarse al cuidado del anciano y odioso padre del mismo marido que la ha abandonado. Es aquí donde la novela flaquea: algunos aspectos psicológicos resultan inverosímiles (los matices morales de la conversión de Sophie), e introduce con calzador algunos tópicos que ni siquiera terminan de resolverse (el incendio en que el viejo Crane supuestamente dejó morir a su esposa).



Pese a ello, ¿Qué fue de Sophie Wilder? resulta en su totalidad una novela muy bellamente escrita, de lectura fácil y agradable, y en la que el lector puede identificarse con los jóvenes universitarios Charlie y Sophie, llenos de sueños y esperanza, para presenciar el desencanto gradual que sentirán con respecto al mundo real que deben afrontar.

domingo, 4 de mayo de 2014

De la ambición dickensiana

Lo primero que llama la atención de la última novela de Donna Tartt, pese a la delgadez de sus páginas y la cubierta semiblanda, es su extensión. El Jilguero, reciente premio Pulitzer de ficción y publicada en España por la editorial Lumen, cuenta con 1143 páginas. Tomando esta referencia como punto de partida, resulta difícil, aunque no imposible, resumir la trama de la novela.
El Jilguero arranca con la acción in media res: un protagonista desconocido para el lector, explica cómo lleva más de una semana encerrado a cal y canto en la habitación de un hotel en Amsterdam, sin parar de comer ni beber. Para que alcancemos a comprender qué le ha llevado a esta situación, se remonta a más de una década atrás, donde la verdadera acción comienza. Una repentina explosión en el Metropolitan Museum de Nueva York provoca que, de la noche a la mañana, el joven Theodore Decker se convierta en huérfano de madre y en el ladrón de un pequeño y enigmático cuadro del holandés Carel Fabritius, obra que da nombre a la novela.

Cuando intentaba encontrar un paralelismo que expresara el reto narrativo que esta novela supone, y salvando todas las distancias, no podía evitar pensar en la Odisea homérica. Porque ante todo, lo que el lector presencia de la mano de la potente voz en primera persona de Theo es un viaje iniciático. Vemos cómo determinados hitos vitales configuran su personalidad, su particular isla de la desesperación (la entrega desmesurada a las drogas y al alcohol), su Penélope que le hace avanzar a trompicones (la bella y frágil Pippa) y también sus dioses protectores (el bondadoso Hobie). Pero a diferencia del agudo Ulises, Theodore Decker se erige como el anti-héroe contemporáneo, un personaje a la estela de los desgraciados protagonistas de Charles Dickens. Las creencias del joven Theo irán cayendo hasta llegar al último bastión, una terrible mentira, llevándolo en ocasiones a la más absoluta negrura de la existencia humana.


La capacidad de la autora de mantener la atención del lector es formidable, al igual que la empresa que este libro supone. A través del realismo pero dejando espacio a supersticiones místicas o reflexiones teológicas, consigue que el entregado lector se proponga como reto terminar las casi 1200 páginas. Cabe mencionar, sin embargo, un (a mi modo de ver) desafortunado cambio de registro en el desenlace de la novela, que hace  en cierto modo prescindibles las 300 últimas páginas. Algunos de los personajes se quedan en potenciales, sin llegar a ser desarrollados como cabría esperar, lo que en ocasiones resulta decepcionante.

Pese a ello, Tartt configura una historia bellamente escrita pero sin pretensiones vanguardistas o experimentales, y con el logro de una voz protagonista tan triste como inquietante. El jilguero no es una novela redonda, pero es sin duda una gran novela (en todos los sentidos).

domingo, 30 de marzo de 2014

Crónica de un (des)amor


Hillel Halkin, leo nada más coger la obra publicada por Libros del Asteroide, es un escritor de 75 años. Biógrafo, traductor y crítico literario, vive en Israel desde hace varias décadas. Melisande, ¿qué son los sueños? es su primera novela. Intrigada por los comentarios conmovedores que había leído en la red, y reafirmada en mi curiosidad tras ver que su editorial en el Reino Unido son Granta Books, esperaba del libro de Halkin un retrato de época.

Porque en apariencia eso es. Narra la historia de tres amigos en los años cincuenta en Nueva York: dos chicos y una chica- Hoo (el narrador), Ricky y Mellie (la indudable protagonista). Se conocen en el instituto, donde forjan amistad siendo editores de una revista literaria- hecho que marcará un punto de inflexión en sus vidas.

Y es que el primer descubrimiento de la literatura determina un antes y un después: como dice esta reseña de The Independent, son las lecturas de estos tres jóvenes las que trazarán el camino que sus vidas seguirán: el amor de Ricky por Camus y Dostoyevsky lo lleva al extranjero, en una búsqueda incesante de sí mismo, la pasión de Hoo por los clásicos lo conduce a la vida académica, a la dedicación a la filosofía clásica, mientras que la sensibilidad de Melisande por Keats se transforma en la creación de bellas piezas de tapicería.


Y es en esta vida de académico, ya retirado, en la que Hoo se entrega a una bella a la par que desesperada recuperación de la memoria. En forma epistolar y narrada en segunda persona (toda la novela está dirigida a Melisande, a quien lentamente vamos descubriendo), el protagonista rememora desde los primeros años en el instituto hasta su retiro actual, dibujando para ello un retrato de su amistad con Ricky y su amor por Mellie.

El paisaje de fondo de estas relaciones, que como todas, tienen altos y bajos, alegrías y desengaños, no es menos importante: Halkin transmite con destreza el trasfondo cultural y político del momento- las congregaciones estudiantiles, las protestas contra la guerra de Vietnam y la eclosión de la gran ciudad durante los años sesenta.

Melisande, ¿qué son los sueños? habla del poder de la literatura y cómo nuestra frágil memoria con frecuencia manipula y reescribe nuestro pasado e historia. Pero la maestría del autor reside en su capacidad de, sin abandonar la belleza en la escritura, describir también la decadencia- de la amistad, de las relaciones amorosas. Leí en la página de Facebook de Pequod Llibres que recomendaban la novela para todo aquel "que se haya enamorado alguna vez con la certeza de que valía la pena". Y sin duda se trata de una carta integral sobre el amor, en todas sus etapas, incluso en la de la erosión y el desencanto.



domingo, 26 de enero de 2014

Cuando (menos) te lo esperas

¿Cuántas veces hemos podido ver con claridad los defectos y errores ajenos sin saber reconocer los nuestros propios?
Algo parecido le ocurre al protagonista de la novela de Graeme Simsion (El Proyecto Esposa, Salamandra, 2013), Don Tillman, un brillante genetista y profesor con diagnósticos a punto para todo y todos, pero incapaz ver ni aceptar que él mismo padece un síndrome de Asperger.

«Me llamo Don Tillman, tengo treinta y nueve años y soy profesor adjunto de Genética en la Universidad de Melbourne. Mi trabajo está bien remunerado, me alimento de forma equilibrada y regular, y mi condición física es óptima. En el reino animal, no tendría ninguna dificultad para aparearme, pero en el humano, nunca he logrado tener una segunda cita con la misma mujer. Los motivos de mi fracaso no termino de entenderlos, y como las estadísticas muestran que los hombres casados son, en promedio, más felices y viven más tiempo, he decidido poner en marcha un programa vital para mí, el Proyecto Esposa.”

Tras esta reflexión, el protagonista se embarca en el Proyecto Esposa. A partir de un detallado cuestionario (gustos, deportes, bebida, comida, tabaco, puntualidad…) que hará rellenar a todas las candidatas a una cita con él, el socialmente inadaptado Tillman busca encontrar a la mujer de su vida.

Pero como llevan enseñándonos durante décadas las películas de Hollywood, es sabido que las cosas buenas llegan siempre cuando uno no las busca. Y predeciblemente las citas surgidas del cuestionario acaban en fracasos estrepitosos. Paralelamente al fracaso del cuestionario, encontramos cómo el mejor (y único) amigo  de Don, Gene, le presenta a una peculiar joven y rebelde camarera. Rosie es el personaje peleón pero tierno, incisiva pero acomplejada. Y siguiendo el patrón rom-com que el lector en cierto modo espera, la chica llamará la curiosidad del genetista, quien se implicará por completo en el Proyecto Padre- destinado a revelar quién es el verdadero progenitor de la joven a partir del análisis de diversas muestras de ADN- que no serán fáciles de conseguir y que llevarán a los protagonistas de Sidney a Nueva York en peripecias variadas.

El Proyecto Esposa no tiene grandes giros ni revelaciones. Pero se lee con curiosidad y diversión. Su prosa es ligera y entretenida, y aunque a veces desearíamos saber más cosas de los personajes secundarios (de la vida de Rosie, de la relación de Gene y Claudia), el retrato que Simsion ofrece de Don es acertado y esencialmente tragicómico.

Ninguna de las escenas finales resulta sorprendente al lector contemporáneo- curtido en cartelera de comedia romántica- pero aun así deja con buen sabor de boca y una sonrisa en los labios. Mientras recorremos las aventuras de Don y Rosie y analizamos a través de los ojos de Don el Proyecto Esposa, el Proyecto Padre y finalmente, el Proyecto Rosie, aprendemos de herencias genéticas, de enfermedades y sobre todo, de organización y estadística.


Para mí la novela de Simsion podría describirse como una novela ‘sinestética’. De aquellas que, en recordar su lectura, uno evoca canciones, viajes que no ha realizado y sabores de helado que no ha probado. Canciones como ésta (que no guarda sin embargo ninguna relación con la trama). Si tuviera que enmarcar El Proyecto Esposa en una definición breve o subgénero sería, indudablemente, feel-good.

domingo, 29 de diciembre de 2013

"Be patient and strong"

Se acerca fin de año y con el las famosas (y por algunos temidas) listas: los mejores libros de 2013, las mejores películas, los mejores discos… Miramos atrás y recordamos los propósitos, muchas veces lejanos y ya olvidados, que escribimos un año atrás. Yo tengo una cierta tendencia a redactar numerosas listas en papeles que estoy destinada a perder: post-its, recortes de diarios, trozos de hojas en sucio… Así, al final sólo me quedan confusas y mezcladas listas en mi desorganizada cabeza. Cuando a mediados de diciembre empiezan a publicarse estas conocidas enumeraciones me absorbe el agobio, me sobrepasa la cantidad de libros que no he leído este año, películas que me faltan por ver… y me pongo como una loca a hacer de nuevo listas y a comprar libros en una suerte de trance extático, que se van apilando sobre mi mesa.

Sin embargo, quería hablar de los libros que sí he leído este año. También sentía que podía aportar mi granito de arena, crear mi particular top 10 de lecturas, así que hice una lista. La perdí. Luego escribí otra, en una nota del móvil, que me dediqué a retocar cada vez que recordaba otra lectura entrañable, de manera que la enumeración que hay hoy en esa nota probablemente sólo comparta un título con la original que apunté en primer lugar.

Ante esto, he tirado la toalla, al menos por este año, con respecto a lo de hacer mi lista de mejores lecturas de 2013. Y he pensado en hablar en uno, concretamente, de los libros que más he disfrutado este año. Se trata del libro del americano Peter Cameron, Algún día este dolor te será útil, publicado en España por Libros del Asteroide. En la estela de la tradición americana liderada por el archiconocido Holden Caulfield de Salinger, Cameron nos presenta a un joven anti-héroe como protagonista: James Sveck acaba de terminar sus estudios de high school y pese a que ha sido admitido en la prestigiosa universidad de Brown, lo único que desea es quedarse en casa de su abuela leyendo libros, lejos de toda relación social.



A través de sus ojos durante un caluroso verano en Manhattan, donde trabaja en la galería de arte dirigida por su inestable madre, conocemos un nuevo retrato de Nueva York, el del joven desorientado ante la inmensidad de la gran manzana, metáfora del mundo caótico que Sveck tanto teme. Una familia desestructurada, la aspiración a una vida bucólica y el psicoanálisis son algunos de los temas que Cameron aborda con una delicadeza inusitada.
Lo que en mi opinión más caracteriza esta breve novela que toma su título de una cita de Ovidio (“Sé paciente y duro; algún día este dolor te será útil”)  es su ligereza, uno no puede evitar sonreír al leer el sarcasmo de este peculiar joven, y se termina tan rápido que uno no puede evitar imaginar que es de James tras el final de la novela, imaginando las peripecias por las que el protagonista pasará en la siguiente fase de su vida.

Para los perezosos, la novela ha sido adaptada al cine (no he visto todavía la película) y pueden ver el tráiler aquí. Si todavía no saben qué lectura regalar este año que pronto llegará a su fin, Algún día este dolor te será útil es “apta para todos los públicos” (de hecho en Estados Unidos se etiquetó equivocadamente la novela como Children’s & Young Adult’s).
Yo mientras, seguiré leyendo listas de los libros del año, y anotando todo aquello que me falta en otras listas que de nuevo, probablemente, perderé. Así que hagan sus listas, de deseos, de propósitos, y si las hacen de lecturas, incluyan esta. Feliz entrada de año.