¿Cuántas veces hemos
podido ver con claridad los defectos y errores ajenos sin saber reconocer los nuestros propios?
Algo parecido le ocurre
al protagonista de la novela de Graeme Simsion (El Proyecto Esposa, Salamandra, 2013), Don Tillman, un brillante
genetista y profesor con diagnósticos a punto para todo y todos, pero incapaz
ver ni aceptar que él mismo padece un síndrome de Asperger.
“«Me llamo Don Tillman, tengo treinta y nueve años y soy profesor adjunto
de Genética en la Universidad de Melbourne. Mi trabajo está bien remunerado, me
alimento de forma equilibrada y regular, y mi condición física es óptima. En el
reino animal, no tendría ninguna dificultad para aparearme, pero en el humano,
nunca he logrado tener una segunda cita con la misma mujer. Los motivos de mi
fracaso no termino de entenderlos, y como las estadísticas muestran que los
hombres casados son, en promedio, más felices y viven más tiempo, he decidido
poner en marcha un programa vital para mí, el Proyecto Esposa.”
Tras esta reflexión, el
protagonista se embarca en el Proyecto Esposa. A partir de un detallado
cuestionario (gustos, deportes, bebida, comida, tabaco, puntualidad…) que hará
rellenar a todas las candidatas a una cita con él, el socialmente inadaptado
Tillman busca encontrar a la mujer de su vida.
Pero como llevan
enseñándonos durante décadas las películas de Hollywood, es sabido que las
cosas buenas llegan siempre cuando uno no las busca. Y predeciblemente las
citas surgidas del cuestionario acaban en fracasos estrepitosos. Paralelamente
al fracaso del cuestionario, encontramos cómo el mejor (y único) amigo de Don, Gene, le presenta a una peculiar
joven y rebelde camarera. Rosie es el personaje peleón pero tierno, incisiva
pero acomplejada. Y siguiendo el patrón rom-com que el lector en cierto modo espera, la chica llamará la curiosidad del genetista, quien se
implicará por completo en el Proyecto Padre- destinado a revelar quién es el
verdadero progenitor de la joven a partir del análisis de diversas muestras de
ADN- que no serán fáciles de conseguir y que llevarán a los protagonistas de
Sidney a Nueva York en peripecias variadas.
El Proyecto Esposa no
tiene grandes giros ni revelaciones. Pero se lee con curiosidad y diversión. Su
prosa es ligera y entretenida, y aunque a veces desearíamos saber más cosas de
los personajes secundarios (de la vida de Rosie, de la relación de Gene y
Claudia), el retrato que Simsion ofrece de Don es acertado y esencialmente
tragicómico.
Ninguna de las escenas
finales resulta sorprendente al lector contemporáneo- curtido en cartelera de
comedia romántica- pero aun así deja con buen sabor de boca y una sonrisa en
los labios. Mientras recorremos las aventuras de Don y Rosie y analizamos a través
de los ojos de Don el Proyecto Esposa, el Proyecto
Padre y finalmente, el Proyecto Rosie, aprendemos de herencias genéticas, de
enfermedades y sobre todo, de organización y estadística.
Para mí la novela de
Simsion podría describirse como una novela ‘sinestética’. De aquellas que, en
recordar su lectura, uno evoca canciones, viajes que no ha realizado y sabores
de helado que no ha probado. Canciones como ésta (que no guarda
sin embargo ninguna relación con la trama). Si tuviera que enmarcar El Proyecto
Esposa en una definición breve o subgénero sería, indudablemente, feel-good.