martes, 29 de octubre de 2013

"I wanted to write a novel of a spy on the spy". El polifacético Ian McEwan

Hace tiempo que tenía en mente escribir una entrada 'otoñal'. Tras considerar varias opciones de comentario, llegué a la conclusión de que configuraría una "lista de lecturas para el otoño". Esa estación que avanza a trompicones, el impasse entre las antípodas del calendario. Hay algunos libros que nacen claramente para el verano. Las lecturas de piscina, de hamaca. Y otros que, pese a no ser necesariamente invernales, parecen concebidos sólo para ser leídos en invierno. Los fríos, los crudos, los excesivamente deprimentes, los oscuros.

Así, tenía medio preparada mi mini-lista de lecturas para el otoño para colgar hoy, cuando me he encaminado hacia la biblioteca Jaume Fuster en Barcelona para asistir a la presentación de uno de los títulos que todavía estaba en interrogante (¿es de otoño o más de invierno?, ¿debería posponer su reseña?). Se trata de la nueva novela del británico Ian McEwan, Operación Dulce.

Conocer a un autor tiene aún hoy (donde la línea que divide el espacio privado del público es más que difusa) una especie de misticismo. Uno pone cara, ojos, voz y manos al ente que ha creado esos universos en los que se ha deleitado. Así, a pesar de que conocía la imagen, la bio y las obras esenciales de McEwan, estaba concentrada y expectante ante la ponencia-entrevista (conversaba con Antonio Lozano) que estaba a punto de presenciar.

McEwan es un British en toda regla. Es educado y elegante, de porte tranquilo y gestos apacibles. Y también es muy ingenioso. Ha empezado ofreciendo una retrospectiva de su vida. Desde su sesentena, ahora mira hacia atrás para ver sus obras de juventud como una mezcla de su genio personal de entonces pero también y sobre todo como un producto de su tiempo.

Operación Dulce es en apariencia una novela de espías. La narra en primera persona una apuesta jovencita llamada Serena Frome, que se gradúa sin pena ni gloria de matemáticas en Cambridge y a la que una serie de circunstancias conducen a ser reclutada por el MI5. Corren los años de la guerra fría y el estado general de la capital británica es la confusión. En la fría sede del servicio de inteligencia, Serena empieza como una administrativa más- McEwan explica que decidió hacer femenina la voz protagonista al descubrir que las mujeres no podían ascender de los puestos más básicos en los servicios de inteligencia.
Pero la protagonista siente pasión por la lectura. Pasa sus horas libres devorando libros. Le gustan las historias sencillas, al estilo de Jane Austen. Los finales felices, las que acaban en boda. Y es precisamente su esta afición la que la encumbra a un inesperado ascenso en el MI5: queda al cargo de la misión llamada en clave 'Operación Dulce'. Deberá conseguir que un joven escritor de Brighton, Tom Hailey, acepte ser subvencionado por una fundación tapadera, desde la cual el servicio secreto pretende que el autor llegue a triunfar y represente un emblema y triunfo del anti-comunismo.

Así arranca una compleja historia de amor. Amor de Serena por Tom, amor de Tom por la escritura. Amor del propio autor a sus textos de juventud, que pone bajo la pluma de Tom. Amor a sus amigos y compañeros literarios, a los que alude en la novela. Pero Operación Dulce es un tomo mucho más sofisticado que una novela de género. 

Ciertamente está la trama del espionaje, pero el autor hace uso de las convenciones de ésta para jugar con el lector, que debe ser en todo momento avispado y desconfiado. Es una novela sobre el lector y sobre cómo leer, y es, claramente, una metáfora del proceso literario. 

Le he preguntado a Ian McEwan hasta qué punto tenía en mente su propia obra y esta reflexión sobre la escritura. Me ha contestado que ciertamente teorizar sobre la ficción, el proceso de escritura, es importante. Pero que no es suficiente. Que hay que ir más allá. Que la finalidad de la literatura es investigar la naturaleza humana. Y que hay diversos modos de hacerlo, y aquí había explorado uno, combinando la descripción realista y naturalista con los elementos metaliterarios de las vanguardias. 

McEwan considera a este respecto que "we can never be the same again after Joyce". Pero también que el siglo XIX nos dejó muchas cosas importantes, como la importancia de los detalles, y que sería una auténtica tragedia perderlas.

Podría alargarme y duplicar con reflexiones y comentarios los cinco folios de notas que he tomado durante la conversa. Del mismo modo podría divagar ad eternum sobre los diversos niveles que presenta su estupenda nueva novela. Pero no es éste el lugar.

Operación Dulce es una novela de madurez, en la que todas las piezas encajan con la suavidad que sólo el haber leído y escrito mucho otorgan. Tiene, en la edición española en Anagrama, 393 páginas. Y consigue que uno llegue, dividido entre el deleite de seguir leyendo y la picardía por conocer los secretos de la(s) trama(s), rápido al final.

En cuanto a McEwan, que gustosamente se ha quedado a dedicar libros al final de la sesión, lo dejo citado en sus propias palabras, describiendo lo que había contestado hace pocos días a un taxista londinense a la pregunta de "what do you write about?"

"I write about love and sex and music and science and landscape and human nature. That's how I would like to be remembered."

Es probable que para disfrutar de todos estos McEwan's deba entrar más a fondo en su obra (sólo he leído Expiación, Chesil Beach y Operación Dulce), pero después de hoy, lo haré encantada.

La lista de libros otoñales llegará a su tiempo, mientras, viajen de la mano de este encantador británico a Londres, a la Guerra Fría, a los libros que acaban en boda y a los que nunca llegan a ser publicados. Es un buen inicio otoñal.



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