domingo, 7 de julio de 2013

El sentido de un final

Antes de acabar el primer trimestre del curso y por lo tanto, antes de irme a Londres, fui al maravilloso auditorio de La Pedrera a escuchar un diálogo con Julian Barnes. De él no había leído más que un fragmento de El loro de Flaubert incluido en una fantástica compilación de Anagrama titulada El mejor humor inglés, razón por la que probablemente, inmersa en mis preparativos de partida a la capital inglesa, decidiera leerlo.

El caso es que era Miquel Berga, uno de mis profesores de la Universitat Pompeu Fabra, quien lo entrevistaba, y como había disfrutado con las escasas 20 páginas de El loro de Flaubert, pensé que no estaría de más ir a escuchar al autor. Impecable, puntual y británico, Julian Barnes se ganó el favor de la audiencia (en su gran mayoría tercera edad excepto por mi amiga Anna, yo, y tres o cuatro estudiantes más) desde el primer minuto. Con refinado humor dirigió el diálogo hacia dónde más le convenía, evitando sutilmente las preguntas que no deseaba responder y trazando un recorrido por su vida profesional y obra literaria. Salimos de ahí encantadas, me prometí que leería sin falta algo suyo, y ahí quedó todo. 


Más de medio año después, estaba dando vueltas por la genial librería Foyles en Charing Cross y me acerqué a ver el estante de recomendaciones de los libreros, casi siempre acertadas. Y me topé con The sense of an ending, la última novela del autor. Estaba a las puertas de mi despedida de Londres y pensé que cuanto menos, era una señal, pero que me esperaría a la última semana de mi estancia para regalármelo, y así me acompañaría en mi vuelta. The sense of an ending.
A los pocos días, paseaba con dos amigas por el Old Spitalfields Market y en una encantadora parada de libros me volvió a asaltar. El sentido de un final. No pude resistirme más tiempo, y lo compré. 

Un día y medio fue lo que me llevó leer la breve novela de Barnes, que me cautivó desde la primera página. Dejando de lado la magnífica prosa del autor, The sense of an ending pone en boca de un protagonista ahora ya retirado, Tony, una historia humana en todas sus vertientes.
A través del recuerdo de su amor de juventud, Veronica, con quien ha vuelto a tener contacto décadas después de que su mejor amigo y siguiente novio de ésta, Adrien, se suicidara, Tony describe su primera adolescencia y juventud, su entrada en la edad adulta y el declive de su matrimonio, hasta su aparentemente pacífica vida retirada.

Más allá de la trama principal y de la cautivante historia que envuelve a los personajes, The Sense of an ending es sobre todo una reflexión sobre la construcción de los recuerdos. Un protagonista que años después debe aceptar y asumir la realidad de unas acciones que el tiempo había diluido y dulcificado en su memoria. Es la presentación de un personaje que realmente, a fuerza de decirse y de decir a los demás que su vida es y ha sido de una determinada manera, acaba por creérselo. Y a este mismo es a quien la vida y una Veronica herida deciden recordarle que sus palabras, sus acciones, tuvieron más consecuencias de las que quiere tener conocimiento.
O bien que, como dice García Márquez, "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla". 

Una novela prácticamente impecable. Bellamente escrita, fácil de leer y real como la vida misma. No se la pierdan.




2 comentarios:

  1. Excelente comentario Leti. la relación de uno con sus recuerdos es en sí una disciplina, a través de la cual se podría estudiar muchas obras de arte. Tony no sabe nada de eso, pobre, y vive sólo teniendo en cuenta las páginas de su diario personal sin tener en cuenta las páginas de los diarios de sus conocidos en las que él aparece. Pobre Tony...

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