martes, 3 de julio de 2012

París, la fiesta que no se acaba nunca.

Decía el músico Frédéric Chopin que "París responde a todo lo que el corazón desea" y sin duda tenía razón. La eterna capital francesa, cuna por antonomasia de la exquisitez y el refinamiento occidentales ha suscitado en los corazones y obras de millones de artistas la conocida 'joie de vivre', infundiendo inspiración y transmitiendo la sensación de que cuando uno pasea entre sus calles, todo es posible y cualquier cosa puede suceder. Escenario de una revolución que agitó y convulsionó el panorama europeo, siempre admirada y anhelada, París es el reflejo de la proyección de todo artista. Inmóvil en su perfección, representa el paradigma de la belleza moderna y a la vez la nostalgia de un 'todo tiempo pasado fue mejor'.

Y fue uno de los mayores escritores de la contemporaneidad, Ernest Hemingway, quien cristalizó esta idea para la posteridad. En lo que pretenden ser sus memorias de juventud en la capital francesa, publicadas póstumamente, el autor americano relata cómo en esta ciudad fueron junto a su (primera) esposa "muy pobres y muy felices". Hemingway sentenció en París era una fiesta (A moveable feast) la creación del ideal parisino como destino de un viaje iniciático que todo artista debe hacer alegando que "if you are lucky enough to have lived in Paris as a young man, then wherever you go for the rest of your life, it stays with you, for Paris is a moveable feast." Y es así que se configura un ideal de este París (siempre dual en su actividad incesante y su innegable decadencia) como el dorado de la creación artística moderna. 

Fueron muchos escritores los que, siguiendo la estela del americano, viajaron a la capital francesa en busca de todo aquello que les impedía triunfar. Es el caso de Enrique Vila-Matas, quién, en una peculiar revisión sobre sus años de juventud y sus primeros pinos como escritor, relata en París no se acaba nunca cómo emulando a su ídolo Hemingway fue "muy pobre y muy infeliz". La obra del barcelonés, tomando como forma el ensayo libre, con rasgos ficcionales y autobiográficos y con la supuesta intención de redactar una conferencia sobre la ironía, hace un magistral recorrido sobre sus años en París y las experiencias allí vividas, así como de los autores que influyeron en su trayectoria literaria y ofreciendo una visión ácida (y cómo no, irónica) de su iniciación en la escritura tratando de seguir la estela de esta 'lost generation' de Hemingway.

Y una de las últimas (y no por ello menos magistral) visiones sobre las grandes esperanzas depositadas en la capital francesa y la añoranza generada por las brillantes generaciones de artistas ahí forjadas y consolidadas (la 'bélle époque', la ya mencionada 'lost generation') viene de la mano del cineasta Woody Allen quien, en su película Midnight in Paris ofrece (igual que Vila-Matas) su particular oda a la obra de Hemingway (cuyo personaje aparece reiteradamente como referente del protagonista). Me parece que la película es el perfecto reflejo de las palabras del escritor catalán "el pasado, decía Proust, no sólo no es fugaz, es que no se mueve de sitio. Con París pasa lo mismo, jamás ha salido de viaje. Y encima es interminable, no se acaba nunca."

Es así que todavía hoy sigue París como emblema de la tradición cultural europea, visitada, deseada e incluso necesitada por todos aquellos que buscan en ella la pieza restante del puzzle de la creación artística. En pleno siglo XXI seguimos recurriendo a París, la fiesta que no se acaba nunca.

1 comentario:

  1. Yo no tengo, y nunca tendré la habilidad para escribir largos textos que emocionen al personal, en el reparto genético de 1992 se la quedó mayoritariamente la autora del artículo que arriba se muestra..

    Sin embargo, me veo impulsada a destacar un diminuto detalle que Vila- Sanjuán ha olvidado, o mejor dicho omitido. Me siento afortunada de que no lo haya mencionado, ya que así me da a mi el placer de hacerlo.

    Está claro que la capital francesa es la cuna del arte, abarcando con ello tanto la pintura, la literatura... y otras muchas aficiones de Leti, con las que nos deleita cada vez que entras con ella al Louvre, o más aun, al museo d' Orsay.

    Sin embargo, y tal como yo lo veo, la característica que hace especial esa ciudad, no es tanto el olor de las crepes o el ambiente nocturno en Saint Michel, sinó más bien, con quien compartes el olor de las crepes, o el ambiente en Saint Michel.

    París es delicioso, no se lo discuto, es encantador, es divertido y romántico. Pero nada de eso podría yo utilizarlo como calificativo de no ser por las personas con las que compartí mi primera auténtica experiencia allí.

    Poder hablar de Paris con el cariño con el que lo hago, es posible gracias a la deprimentemente realista, insoportablemente testaruda, inteligentemente ocurrente y sencillamente maravillosa autora del articulo que arriba se muestra...

    Se dice que Paris es la capital del amor, y puede que sea cierto, pero por ahora y para siempre, ante todo, Leticia consiguió que para alguien, París sea la cuna de la amistad. Esa que nunca muere, que no se pudre ni se resquebraja, esa que no se enfada ni se molesta. Esa transparente, sincera, alejada en la distancia pero próxima en el cariño, y sobretodo, eterna.

    París, querida autora, es mucho más importante de lo que en tu artículo argumentas. En París te conocí, por eso siempre será importante.

    ResponderEliminar