Una de las
primeras normas que nos enseñan al aprender las matemáticas más
básicas es la siguiente: el orden de factores no altera el
resultado. No importa que vaya primero y qué después, acabaremos
por llegar a la misma resolución. En el plano teórico resulta
irrefutable, un proceso limpio que ninguno de nosotros (yo por lo
menos) se atrevería a cuestionar. Pero es sabido que la aventura
vital queda siempre bien lejos de la exactitud y rigidez de las
normas numéricas.
Las
matemáticas representan el triunfo de la razón teórica por
excelencia. No admiten duda, todo está establecido. Parece que por
contrario, la literatura, las letras libres, sean el espacio de
desarrollo de la irracionalidad. Admiten la fantasía, el onirismo,
la irrealidad, la ilógica. El escritor checo Milan Kundera, en su
breve obra La lentitud
introduce el concepto de matemática existencial. Con esta metáfora,
Kundera refleja un deseo de racionalizar muchos de los elementos
conocidamente complejos del ser humano, véase los sentimientos, la
memoria o el olvido.
Podríamos
extender esta metáfora a muchos otros planos. El primero que se me
ocurriría sería el de matemática emocional. Más de uno nos hemos
planteado en alguna ocasión que habría pasado si, en determinado
momento de nuestra vida, ciertos elementos se hubieran conjugado en
otro orden. ¿Habríamos acabado donde estamos hoy? Si X hubiera
conocido a Y en el momento Z en lugar de en M, ¿habrían sido
felices y comido perdices?. Evidentemente, la respuesta a la primera
pregunta es no. En cuanto a la segunda, no hay forma de saberlo, y
una visión retroactiva de nuestra particular historia, en la mayoría
de los casos, resulta inútil y frustrante. Así, todo indica que en
lo que a sentimientos y vivencias se refiere, el orden de factores sí
altera el resultado.
Pero
hay otros niveles más teóricos a los que resulta interesante
trasladar la especial 'matemática' de Kundera. En la historia de la
literatura, por ejemplo. Si un lector lee por primera vez en su vida
un libro titulado Ulises,
escrito por un señor llamado James Joyce, ¿logrará comprender
algo? ¿Y si posteriormente a la lectura del Ulises
se enfrasca en la de la Odisea
de Homero? Sin duda le serán revelados muchos elementos útiles para
entender el libro del británico, y puede que seguramente también
para lecturas futuras de muchísimas de las obras de la tradición
europea occidental.
Igual que
podemos ir al Louvre y contemplar extasiados el Juramento de los
Horacios de David, admirando sus enormes dimensiones, la perfección
de su estructura o sus nítidos colores. Sin embargo nunca será lo
mismo ver por primera vez los Horacios para aquel visitante que, de
antemano conozca la historia de la Roma clásica. Igual que de aquel
que sea consciente de la simbología que el enfrentamiento entre
Horacios y Curiacios representaba en el momento en el que David pintó
el gigante lienzo.
Puede que
Kundera logre teorizar con éxito una pequeña parte de este enorme
engranaje que es la mente humana, reiterando la razón de ser de las
normas matemáticas. Pero por lo demás sabemos que en las artes,
como en la vida, el orden de factores sí altera el resultado.
"Traje
también a colación la archiconocida ecuación de uno de los
primeros capítulos del manual de la matemática existencial: el
grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del
olvido. Pueden deducirse varios corolarios de esta ecuación, por
ejemplo éste: nuestra época se entrega al demonio de la velocidad y
por eso se olvida tan fácilmente a sí misma.
Ahora
bien, prefiero invertir esta afirmación y decir: nuestra época está
obsesionada por el deseo de olvidar y, para realizar este deseo, se
entrega al demonio de la velocidad; acelera el paso porque quiere que
comprendamos que ya no desea que la recordemos; que está harta de sí
misma; asqueada de sí misma; que quiere apagar la temblorosa llamita
de la memoria."
Milan
Kundera, La
lentitud
"Cuentan
que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y
humilde. El
arte es esa Itaca de verde
eternidad, no de prodigios." Jorge Luis Borges
"Marylin Monroe reading Ulysses"
"El juramento de los Horacios", Jacques Louis David, 1784. Musée du Louvre, 2011.
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